La vocación del Humanismo Solidario es integradora. Nos interesa solo el escritor o la escritora que erige una mirada universalista, porque este espíritu conciliador y armónico es el eje medular que impulsa nuestra acción transformadora. No podemos engolfarnos solitarios, sin rumbo, dejándonos llegar por la corriente, esperando que los demás decidan por nosotros. Estas son aguas que a todos nos dan vida; por ello reclamamos la universalidad del compromiso; el sentimiento unánime de que ninguna persona es mejor que otra por pensar de manera distinta, o ser distinto en género, raza, condición, convicción o creencia.
Humanismo Solidario hunde sus raíces en la igualdad, la solidaridad y la fraternidad entre los pueblos; en el contexto de un marco social y democrático que garantice los derechos y obligaciones de la persona, y de la sociedad con estas, recabando un horizonte en que la nacionalidad o cualquier identidad ingénita no aporta ni merma atributos, sino que es un mero accidente del ser. El concepto de la vida como bien supremo no es discutible; y nadie, por mucho poder que atesore temporalmente, puede arrogarse prerrogativa alguna que induzca a la humillación de la persona ni a la exclusión social de las colectividades. Y tampoco es discutible, o no debiera serlo, la exigencia de responder con la efectividad de la verdad a toda oferta teórica. La farragosa divergencia entre lo prometido y lo cumplido desvirtúa la eficacia de la palabra y vuelve inane su autoridad para debatir los grandes temas económicos, sociales y políticos. ¡Y qué ligeramente hablamos de la ficción de la literatura!
Desde el corazón de la Poética, entendida en su acepción helénica como relación inequívoca entre lenguaje y pensamiento, los componentes de Humanismo Solidario propugnamos el siguiente
Aspiramos a la construcción de una subjetividad encaminada a la reconquista del ser, en donde sea universal el verbo que conjugue el “yo” por el “nosotros / nosotras”. Nada es el ser sin el aliento del resto de los seres. Humanismo Solidario reivindica, frente a todo dogmatismo, segmentación, xenofobia o manifestación excluyente, el compromiso de la unidad sin exenciones porque sin el respeto a la otredad la personalidad queda inconclusa. La diversidad del ser desautoriza la creencia en valores absolutos que, por arbitrarios o imperiosos, derivan en excluyentes.
La solidaridad implica el reconocimiento de que la persona no vive aislada, sino que forma parte de una comunidad activa que piensa y actúa, donde la libertad solo puede ejercerse en un contexto social y democrático de derechos. Se es libre cuando lo son los y las demás, por lo que reclamamos, con la razón de la palabra, el legítimo bien de los derechos inalienables, sea cual fuere la condición, procedencia, género, sentir o religión de la persona, desde una concepción estética que asume la recuperación del significado más profundo del vocablo fraternidad, con la poderosa convicción de que la nacionalidad o la “dependencia” a un territorio ni suma ni merma derechos al ser.
Solo desde este postulado será posible el avance de una nueva educación de la subjetividad; de una nueva educación sentimental que adquiera las condiciones para encontrar una voz firme entre los signos vacuos de la modernidad, y redescubra las señales vulneradas de nuestra tradición posromántica que es necesario reescribir. Hablar de neorromanticismo cívico significa dar una respuesta ética y estética a la equívoca situación de las sociedades contemporáneas y sus contradicciones. Recuperar de la historia las corrientes de pensamiento que aúnan lo individual y lo colectivo en un mismo sentimiento puede llegar a ser una de las grandes conquistas del ser humano de nuestro tiempo.
La educación y el conocimiento son elementos básicos y universales que coadyuvan a la obtención de la independencia individual y colectiva y al progreso de la humanidad, por lo que reclamamos a nuestros representantes cuantas actuaciones sean necesarias para convertir la cultura en testigo de la historia y no tratarla como mero valor residual. En tal sentido reivindicamos que la cultura y la educación formen parte de las prioridades del Estado para que, desde lo público, se garantice el derecho a la formación y la información.
Humanismo Solidario se enfrenta a este compromiso, no desde postulados ideológicos ni mecanismos de discernimiento, sino con actitudes muy concretas que inciden directamente en la realidad social e inmediata, con interpretaciones éticas y universales; validadas únicamente por la verdad, la bondad y la belleza de un discurso renovador y esperanzado, veraz y no discriminatorio. Buscamos la literatura más humana, la que hunde sus raíces en la verdad del ser humano la que apuesta por un lenguaje performativo que exige conocimiento, pasión, libertad y sentido. Literatura de creación tallada sobre razones estéticas nunca enfrentadas a la sensibilidad.
Ajenos a toda ideología dominante, propugnamos el destierro del pensamiento único en cualquiera de sus manifestaciones, fundamentando los principios rectores de sus obras –individuales y colectivas– sobre los términos morales que emanan de la idea irrenunciable de la fraternidad universal.
Humanismo solidario es una corriente crítica e intelectual de personas libres que, desde la heterodoxia estética, asumen el uso de la palabra como obligación social bajo los irrenunciables principios del compromiso y el comportamiento ético, sin estar sometidos a ideología, filosofía, política o religión alguna.