Es cotidiano, tangible y, muchas veces, se percibe como natural y, de natural, casi podría pasar desapercibido para el resto de los que componen la enorme masa que conforman “los demás” si no llega a ser porque, pese a quien pese, deja huella, y mucha. El cainismo es el pan nuestro de cada día. Se filtra por los rincones más insospechados o bien, a las claras, vapulea sus aires haciendo acto de presencia a toda costa; puede andar a tientas, pero normalmente es descarado; se camufla camaleónicamente o directamente arroja el dardo. Este pecado casi original, heredado según dicen de los primeros hermanos de la historia, de tanto repetirse, dejó hace tiempo de ser original.