Por José Herrera Peral
Somos unos primates que hemos evolucionado desarrollando una gran inteligencia, pero, a menudo, estamos lejos de aunar esta con los valores de solidaridad, empatía y ausencia de violencia interespecie. Somos solo polvo de estrellas en continuo cambio, pero cuando tomamos consciencia de la muerte nos revelamos y creamos fantasías o certezas para derrotarla.
Por un lado, las ideas de poder, de riquezas, de tribalismos, de intolerancias o de dogmatismos, arrastran a los humanos a la destrucción periódica entre ellos. Pero, por otro, sentimientos como el de la verdadera amistad aristotélica constituyen de los mejores paliativos para superar las vicisitudes de la existencia. El conocimiento, la ciencia, las humanidades, el arte y el trabajo sobre valores éticos, son los antídotos contra las pulsiones violentas que aún llevamos dentro como primates y que la debemos arrinconar en el cerebro reptiliano. El saber, el conocimiento, el ilustrarse, el cultivarse y el intercambiar aspectos derivados de la erudición, son hechos placenteros y ennoblecedores. Pero también tenemos limitaciones personales, sociales y económicas para conseguir con éxito este privilegio, antes vedado a la mayoría y ahora más al alcance de muchos, gracias al acceso a la cultura y a la disminución de la desigualdad en el mundo. Aun así queda muchísimo camino por recorrer.
Las enseñanzas de las disciplinas humanísticas permiten al homo sapiens sapiens ver cómo y hacia dónde va. Deben ser un reaseguro y control ético del desarrollo científico-técnico para que este vaya destinado a la mayoría de la sociedad y no a minorías o destinos delirantes. Las corrientes políticas deben actuar como impulsoras de ello, pero las que no busquen solución a los problemas reales de la mayoría de los ciudadanos tenderán a su desaparición. Conseguir el seguidismo oportunista de la masa, sin explicar realmente las causas y dificultades en las soluciones, es mero populismo para retener a los individuos, y elude el impulso de una ciudadanía informada, crítica y madura. Cuando se sigue predominantemente la senda populista y emocional la catástrofe está garantizada. Solo hay que esperar un tiempo.
Crisis económicas, guerras, éxitos en las estrategias de los oligarcas mundiales, ignorancia y la incredulidad de muchos sectores nos están alejando de los valores humanistas y de los objetivos primordiales como son el evitar el calentamiento global y sus consecuencias. De seguir así, llegaremos tarde y será irreversible el daño causado al planeta y a la mayoría de las especies que vivimos en él. El hambre, la pobreza extrema, el miedo y el terror en las guerras y en las dictaduras, si además van acompañados de desesperanza y falta de perspectivas, producen un sentimiento que es desolador, destructivo, y demuestra el fracaso de la humanidad. La estupidez humana asociada a la maldad y a la codicia son cualidades tan poderosas y potentes que tienen a la especie en una tendencia involutiva y frenadora perpetua.
Los actos más repudiables, pero también los más loables, se realizan bajo los efectos de la pasión, de las emociones y de los sentimientos. La sonrisa natural, sincera y espontánea en el rostro humano es un signo de belleza, gregarismo y solidaridad que se traduce en esperanza para nuestra especie. Asimismo, el conseguir objetivos en la vida es importante, si bien depende del tesón, de las cualidades y también de la suerte. Esta última depende del azar, pero también de la estrategia personal. Como decía Schopenhauer en su aforismo: “El azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos”.
En la evolución a la que hemos llegado como homo sapiens, las emociones siguen jugando un papel importante. En ocasiones la pasión, como por ejemplo los efectos del enamoramiento, vencen a la racionalidad y a otros vínculos que se suponían más fuertes. Muy pocas situaciones, si es que las hay, pueden superar al dolor que se siente por la pérdida de un hijo o hija. El conocimiento, la ciencia o la razón, con frecuencia, no pueden atenuar el dolor producido por la pérdida de las personas que queremos. Afortunados son quienes desde las creencias o pensamientos mágicos lo consiguen. No hay frustración más grande que la que se percibe cuando no se puede restablecer la relación y el cariño con las personas amadas, sean estas hijos, amigos o pareja. La impotencia y el dolor que se producen tras el arrepentimiento sincero y profundo son inimaginables, sobre todo cuando ya no es posible revertir los hechos. La decepción que se puede sentir por una amistad que nos ha defraudado es tan dolorosa que es muy difícil de superar. La soledad persistente y la falta de esperanza son dos agentes mortales…
Sin embargo, por otra parte, el enamoramiento correspondido, la libertad conseguida tras el sometimiento, y el éxito y bienestar de nuestros hijos son algunas de las emociones más placenteras de la vida. Una sonrisa de la persona amada, un excelente libro, una música que haga vibrar nuestros sentimientos o una pintura que nos produzca placer, son micro trozos de la felicidad.
Pero no hay que olvidar que un día se es futuro, después un presente intenso, más tarde solo pasado y posteriormente se está a la espera del olvido. El extremo acortamiento de los telómeros, entre otras cosas, sugiere que estamos más próximos a finalizar el ciclo vital y pasar a otra fase. Las incertidumbres inducen a cambios, y luego estos generan nuevas incertidumbres, y ello es una constante. Los homínidos surgimos y también desapareceremos. Mientras, es necesario hacer lo posible por posponer lo segundo. El día que superemos nuestros sentimientos y conductas tribales, construiremos un mundo mejor. Hay quienes se preguntan si nuestra especie sigue evolucionando. La respuesta será afirmativa cuando superemos el antropocentrismo y miremos a las otras especies de forma distinta.
Partiendo de este planteamiento, definir la felicidad es muy difícil, si bien una simple aproximación la da Ortega y Gasset cuando dice que ser feliz es una sensación que se manifiesta cuando coinciden lo que él llama “nuestra vida proyectada”, o lo que queremos ser, y “nuestra vida efectiva”, es decir, lo que somos en realidad. Lo que está quizás fuera de duda es que es una vivencia transitoria, generalmente breve y muy variable, dependiendo de la edad, de las circunstancias socio-económicas, de la paz, de la salud y de las expectativas previas.
Por otra parte, la política interfiere de manera importante en nuestras vidas. En ocasiones nos gustaría que la política fuese una ciencia exacta, pero no lo es. Solo es un producto del comportamiento individual y social humano dentro de un entorno multifactorial entre los que sobresalen etnias, clima, desequilibrios socio-económicos, la historia previa, conflictos de clase y quizás también el azar. Por todo esto constituye una actividad difícil y muy complicada pero imprescindible para organizar la convivencia con justicia y libertad. Sin embargo, nos encontramos con extremos que complican esa posibilidad. Por un lado, los argumentos de los nacionalistas crean imbéciles (en el sentido definido por la RAE) supremacistas. Los nacionalismos son tribalismos amplios aderezados de sentimientos egoístas, de superioridad, de resaltar diferencias y de miradas retorcidas o falseadas a la ciencia y a la historia. Con frecuencia producen castas y conducen a la violencia. Los nacionalismos nutren las emociones y desprecian la razón. Al comienzo pueden producir alegrías a ciertos colectivos, pero después traen sufrimientos ya que van contra el progreso y el avance de las sociedades. En los países desarrollados solo aspiran a más riqueza de algunos sectores de la sociedad y a un abandono de la solidaridad con los más desfavorecidos, aunque con frecuencia usen a estos para sus objetivos. En los nacionalismos la avaricia de sectores de clase y la conservación o ganancias de privilegios son un reto a la historia, al conocimiento y a la constitución de una sociedad más plural y progresista. Aunque pueda existir una multiplicidad de causas para explicar el sentimiento nacionalista, se percibe que no existe en él una comprensión y conocimiento real y profundo de lo que es el universo, la teoría de la evolución, la historia de la humanidad y de los estados nación. Tampoco de los intereses de clase y de los retos a los que está sometida la humanidad en el presente y futuro con la globalización y el cambio climático.
Asimismo, la característica más señalada de la derecha política es el temor a un cambio que conlleve más libertad, progreso e igualdad. El pensamiento conservador lo es por su prioridad en la defensa de los más acomodados y su fobia a las modificaciones de su micro ambiente socio-cultural. Pero, por otra parte, la izquierda política tiende siempre a la fragmentación dado que cada grupo se siente el adalid de la revolución. Señala muy bien las injusticias del sistema, pero suele ser miope en reconocer sus propios errores. Y en otro extremo, el fascismo es opresión, violencia, involución, desigualdad, intolerancia y, sobre todo, supresión de libertades. No importa si se camufla de rojo o de azul. Así mismo, el populismo es prisa por llegar o mantenerse en el poder. Para ello valen la mentira, el engaño y las falsas soluciones. Sus dirigentes seducen a la ciudadanía haciéndoles creer que el pueblo es un ente superior pero explotado por una casta de la que ellos lo liberarán. Hacen de los ciudadanos clientes dependientes del gobierno que ellos manejan o aspiran a hacerlo. Cualquier forma de populismo es antidemocrática y regresiva. El populismo nace dentro de la democracia, pero intentará romper el estado de derecho, la división de poderes y las instituciones. No acepta opositores. Se instala estimulando las emociones, ofreciendo soluciones falsas y fáciles a problemas complejos. Transforma a los ciudadanos en “pueblo” y fortalece el clientelismo y la dependencia para consolidarse en el poder. En el populismo, ya sea de izquierda o de derecha, la soberanía de los ciudadanos es sustituida por el caudillismo personalista que se arroga la representación del pueblo al que se considera “perfecto” frente a una casta parásita y explotadora. El caudillo dará diferentes nombres a la “casta”, según el entorno y las circunstancias.
En democracias débiles, parcialmente fallidas, inseguras y con crisis económicas profundas, con frecuencia, los ciudadanos “llaman” a la intervención del ejército. Los militares traerán supresión de la democracia y del estado de derecho, violencia, sufrimientos, atropellos a la dignidad humana, ausencia de derechos y, pasado un tiempo, serán expulsados o abandonarán el poder con un país peor de lo que antes era. Habrá arrepentimientos de los que los convocaron, pero ya será tarde y se repetirá otro ciclo de frustraciones y desesperanzas. La historia es testigo de esta aseveración. A las democracias y a los países se los mejora desde el pleno derecho y con perseverancia. No es fácil, pero lo contrario es el infierno.
En relación con todo ello, se producen prejuicios grandes y también pequeños entre las personas, pero ambos alteran la convivencia porque hablar de política puede enturbiar o destruir la amistad. No obstante, ante un acontecimiento difícil y esperado, una tranquila y lúcida reflexión nos permitirá adoptar una mejor elección en la posición que adoptemos.
Cabe añadir que la vida de una persona está marcada por éxitos y fracasos, por aciertos y errores, por satisfacciones y arrepentimientos, por alegrías y por tristezas. Desgraciadamente no hay ninguna fórmula perfecta para mejorar los resultados. El azar, lo imprevisto y hasta la propia biología, más el entorno, frustran nuestros deseos. La “sabiduría” de la vejez está en relación también con la personalidad del individuo, de las experiencias vividas, de los valores, de la inteligencia, de la capacidad de reflexión y de la humildad necesaria para comprender las limitaciones de esa sabiduría.
El que nos hayamos autodenominado homo sapiens sapiens (homo sapiens anatómicamente moderno), que conozcamos nuestro origen evolutivo y que seamos conscientes que somos moléculas de polvo de estrellas en este universo inabarcable por nuestro cerebro, no consigue atenuar el sufrimiento por el final de la vida de uno mismo, de nuestros seres queridos y de la atomización de nuestro tiempo en el Tiempo con mayúsculas al que somos también incapaces de comprender. Por ello el cerebro incita a la propia supervivencia y para ello, entre otras cosas, debemos comer. Así participamos de la cadena de muerte de otros animales y plantas. También del mismo cerebro surgen valores que me hacen horrorizar de lo que hoy hacemos los humanos con otras especies para alimentarnos. ¿Habrá un punto de equilibrio u otra alternativa, o solo es una manifestación más de Eros y Tánatos?… Los veganos me dicen que ya están en el camino de la solución. Yo aún no lo he conseguido.
Con todo ello, el enfrentamiento placer/displacer está presente siempre en nuestras vidas. El displacer suele aparecer sin que lo busquemos o por consecuencia de nuestros errores. En cambio, el placer requiere indagación, dedicación y apertura a otras personas y estímulos. Una caricia, una sonrisa, un buen libro, una música que nos conmueva o simplemente estar vivos y sanos y disfrutar de un paisaje o de la compañía de personas queridas, suelen hacer predominar la balanza hacia el disfrute o hacernos sentir bien, que no es otra cosa que el predominio del placer.
Por último, en esta evolución del homo sapiens sapiens cabe plantearse si algún día conseguiremos frenar o revertir el envejecimiento, o curar la mayoría de las enfermedades. Y, si se logra, ¿eso será un gran éxito o un tremendo error? Creo que no podremos responder a esas preguntas ya que antes probablemente habremos seguido practicando conductas autodestructivas como el antropoceno, las guerras y la afirmación de las tendencias mezquinas, insolidarias e irracionales. La oposición a esta tendencia se encuentra en la defensa de ideas que conlleven valores que vayan en sentido inverso a la misma para evitar la involución de la humanidad y del planeta.