Autora: Inmaculada García Haro
La Corriente Ecofeminista como sustento teórico y coincidente con el Movimiento Humanismo Solidario
El movimiento HUMANISMO SOLIARIO se sustenta, entre otros, en los principios de “una subjetividad encaminada a la conquista del ser, en donde sea universal el verbo que conjugue el “yo” por el “nosotros / nosotras”” y en un “compromiso con la palabra y con la vida”[1], todos ellos indicadores de una conciencia y un compromiso con la ecología, la sostenibilidad medioambiental y los movimientos que propugnan la igualdad de género, principios ambos presentes en las bases ideológicas de la corriente ecofeminista.
El ecofeminismo surge en los años 60 y nace de la conjunción creativa de los movimientos ecologistas y de los movimientos de mujeres feministas, quienes comienzan a denunciar al patriarcado como la causa de la explotación y dominación de la naturaleza y de las mujeres, es decir, surge de los movimientos que denuncian las agresiones al medio ambiente, y de los movimientos que luchan por liberar a las mujeres de la situación de subordinación, explotación y violencia ejercidas contra ellas. La finalidad del ecofeminismo es lograr un cambio positivo de las relaciones entre varones y mujeres y de las relaciones de ambos con el ecosistema.
De acuerdo con la antropóloga Aurelia Martín Casares[2], las palabras claves de la corriente ecofeminista actual son: mujeres, espiritualidad y sur. Y es que el ecofeminismo está asociado desde sus orígenes a la lucha contra la exclusión, la marginación y la pobreza de las mujeres de los países empobrecidos. Por ello, entre sus representantes destacan los nombres de mujeres de países del hemisferio sur: En la India hay que destacar el movimiento de las mujeres Chipko, a Vandana Shiva y a Bina Agarwal; en Australia contamos con la interesante aportación de la filósofa Val Plumwood; en Kenia el Movimiento del Cinturón Verde, fundado por Wangari Mathai en 1977, es un auténtico ejemplo de resistencia; en Brasil Bila Sorj e Ivone Gebara, filósofa y teóloga feminista de ascendencia siriolibanesa, han desarrollado una importante labor vinculada en sus preceptos con la teología de la liberación y, por último, no podemos olvidar al colectivo Con-spirando conformado por mujeres latinoamericanas de México, Venezuela, Perú, Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile y Brasil.
En el año 1974, Françoise d’Eaubonne fue la persona que acuñó, por primera vez, el término “ecofeminismo”. Lo hizo en un texto llamado «Le Féminisme ou la mort» (“Feminismo o muerte”)[3], una proclama a un nuevo humanismo y un nuevo ecologismo, en el que la relación entre los sexos es clave. También ese mismo año se celebra la Conferencia sobre Mujeres y Medioambiente en Berkeley y Mary Mellor lo aplica en sus clases en Boston. Han pasado 46 años desde que se acuñó el término, pero continuar conociendo y reconociendo estas prácticas y esta lectura del mundo, ahora es más necesario que nunca porque, en palabras de Yayo Herrero, “nos permite comprendernos mejor como especie y tomar conciencia de la inviabilidad de la vida humana desgajada de la tierra y desconectada del resto de las personas”.[4]
Según las investigadoras Consuelo Díaz y Marina Checa[5] “existe una irreconciliable contradicción entre el proceso de reproducción natural y social, y el proceso de acumulación de capital”. ¿Cómo abordamos esta disonancia? Según las académicas, está claro que el “deterioro social y ambiental” está ocasionado por dos factores principales: de un lado, por un modelo de desarrollo basado en el crecimiento ilimitado; de otro, por la consideración de los mercados como epicentro de la sociedad. Ambos factores “impiden el mantenimiento de la vida humana en condiciones dignas”.
En este sentido, como señalan en el artículo académico, la perspectiva ecológica demuestra la inviabilidad física de la sociedad del crecimiento; mientras que el enfoque feminista denuncia la lógica de la acumulación y el crecimiento como una lógica patriarcal y androcéntrica, de forma que la tensión entre el capitalismo y la sostenibilidad humana y ecológica muestra la oposición esencial entre el capital y la vida.
Por ello, si no uniéramos el ecologismo y el feminismo, “podría haber pueblos sostenibles en lo ecológico y patriarcales, y feminismos que alimentaran la ilusión de sostenerse sobre un planeta sin límites”, como destaca la activista Yayo Herrero para la revista digital Saltamontes en los comentarios sobre las II Jornadas de Ecofeminismo de Ecologistas en Acción desarrolladas en Chinchón (Madrid) en 2019 y continúa: “Creo que el ecofeminismo se construye en torno a un análisis material más completo sobre la sostenibilidad de la vida de lo que, hasta ahora, habían hecho los dos movimientos por separado”.[6] Por su parte, la socióloga e integrante del Obervatori del Deute en la Globalització, Mónica Guiteras, subraya que “el ecofeminismo es necesario porque hace presente la deuda histórica que tiene la humanidad con la riqueza extraída del medio ambiente, de las comunidades del Sur Global y de los cuidados, asumidos mayoritariamente por mujeres”[7]. Según su visión, “la vida se ha sostenido mientras todo esto sucedía, pero el capitalismo patriarcal no ha dejado de avanzar”. Por ello, es preciso “revertirlos y responsabilizarse colectivamente de su sostenimiento, para mantener un planeta digno”.
Pero no se trata de la simple sumatoria de temas -ecologismo y feminismo-, sino de un enfoque global que ilumina aspectos inéditos tanto para el ecologismo como para el feminismo, y por tanto tiene que franquear algunos riesgos para alcanzar su finalidad. Entre los riesgos se menciona el hecho que la ecología ha sido una disciplina elitista y masculina, poco preocupada por la problemática social que atañe a la gran masa de marginados/as de la tierra, y menos a la problemática que afecta a las mujeres.
Otro riesgo es la “tradicional” asociación de la naturaleza con las mujeres, concepción rescatada por las teorías esencialistas que entienden que la persona y la naturaleza son complementos inseparables, y que se fundamenta en la concepción hinduista del principio femenino y creador del cosmos. Según este principio, la mujer produce y reproduce la vida no sólo biológicamente, sino también a través de su función social de proporcionar sustento.
En este sentido, para algunas ecofeministas, la concepción esencialista del principio femenino conlleva el riesgo de perpetuar los roles de género tradicionales que reducen a las mujeres al papel de “la eterna madre por naturaleza”, único papel fomentado y reconocido a las mujeres desde el patriarcalismo. De hecho, en los inicios de la corriente biologista, como afirma Alicia Puleo, “Este bilologismo suscitó fuertes críticas dentro del feminismo, acusándole de demonizar al varón. Su separatismo lesbiano y su ingenuidad epistemológica hicieron de este primer ecofeminismo un blanco fácil de las críticas de los sectores feministas mayoritarios carentes de sensibilidad ecológica”[8]
Dentro de las diferentes corriente ecofeministas (ecofeminismo radical o biologista, ecofeminismo socialista, ecofeminismo de la Teología de la Liberación, ecofeminismo constructivista, etc…), hay que destacar las enseñanzas de Vandana Shiva (India), que se enmarcan en la corriente ecofeminista del sur o ecofeminismo espiritual desarrollada fundamentalmente en la India y el continente africano, y es en esta vertiente donde pueden suscitarse esas divergencias antes planteadas pero, como ellas mismas indican, sus planteamientos van más allá de un reduccionismo filosófico y que presentan claras propuestas de acción.
Para Ivone Gebara, su “línea de trabajo filosófica y teológica no suscribe la perspectiva esencialista, ni la supremacía de la diferencia. La cuestión fundamental no es sacralizar el mundo de la naturaleza, ni el mundo de las mujeres”. Para ella, “la postura ecofeminista es una postura política crítica, porque la problemática ecológica tiene que ver con el sexo, la raza y la clase, y por consiguiente no puede ser estudiada como disciplina aislada de la problemática social mundial en la cual vivimos …/… A partir de estos hechos, se justifica la organización especial de las mujeres, para hacer frente a esas problemáticas y entrenarse mutuamente en el ejercicio del poder político y religioso, del cual fuimos sistemáticamente excluidas”.[9]
Afortunadamente, cada vez son más numerosos los grupos de mujeres implicados en promover los cuatro principios fundamentales de la Carta de la Tierra, con la esperanza de que su consecución facilite un modo de vida sostenible que permita la distribución racional de los bienes naturales, así como alcanzar una sociedad con justicia social, democrática, no violenta y en paz. Es una auténtica realidad que observamos día a día que la fuerza devastadora de lo masculino inconexo está teniendo consecuencias terribles para la humanidad y nuestro planeta. Nuestra sociedad es androcéntrica: ve el mundo desde una perspectiva masculina. ”Lo masculino es una fuerza arquetípica, no un género . Al igual que lo femenino, es una fuerza creadora que mora en cada hombre y mujer. Cuando se desequilibra y pierde su relación con la vida se hace combativo, crítico y destructivo…nada jamás es suficiente…necesitamos lo femenino húmedo, de lo contrario viviremos en un erial”.[10] Es por eso que hombres y mujeres debemos recuperar esos arquetipos perdidos, rechazados u olvidados, pues somos seres andróginos. En cada hombre o mujer cohabitan valores y cualidades masculinas y/o femeninas desarrolladas o no en función de diferentes variantes fisiológicas, culturales, educacionales o religiosas. De su equilibrio depende nuestro futuro. En palabras de Simone de Beauvoir «No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico, económico, define la imagen que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; el conjunto de la civilización elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado que se suele calificar de femenino. Sólo la mediación ajena puede convertir un individuo en alteridad».[11]
En España RED EQUO MUJERES es, sin duda, uno de los grupos más representativos de la corriente ecofeminista, enmarcada dentro del partido español ecologista creado en 2011, EQUO que, desde 2013, forma parte del Partido Verde Europeo y, a nivel global, tiene carácter de observador en Global Greeens, una red internacional que agrupa a partidos ecologistas que firmaron y suscribieron los principios de la Carta de los Verdes Mundiales, establecida en abril de 2001 en Canberra (Australia). Se definen como ecofeministas, desde la perspectiva de que la naturaleza y las mujeres sufren de un modo similar el dominio del sistema capitalista heteropatriarcal, siendo su corriente paradigmática, dentro del ecofeminismo, el constructivista, que entiende que las sociedades patriarcales se han ido construyendo alrededor de un marco cultural (valores, creencias, actitudes, etc.) que funciona como una lente a través de la que todas las relaciones de dominación y subordinación se ven como legítimas. Las personas educadas en un rol de dominio interiorizan como valores el machismo, la violencia, la competencia, el poder, el abuso o el egoísmo, y tienden a reproducir y normalizar estos valores en su trato con el mundo y en todas las actividades que emprenden. Sus principales referentes teóricos dentro del ecofeminismo son Petra Kelly, Alicia Puleo, Yayo Herrero o Karen Warren.[12] También hay que destacar en nuestro ámbito nacional la labor del área de ecofeminismo de Ecologistas en acción que impulsan las Jornadas Ecofeministas de la que se han desarrollado tres ediciones, la última, como hemos mencionado anteriormente, en noviembre de 2019 en Chinchón (Madrid)[13].
Pero sin duda en 2019 el ecofeminismo ha cobrado un especial protagonismo dado que, además del aumento de la conciencia sobre la discriminación de las mujeres, una parte importante de la ciudadanía, también ha adquirido una nueva conciencia ecológica a nivel mundial. De la mano de Greta Thunberg, convertida en un icono por la defensa del clima, hemos avanzado en ambas cuestiones. Esta adolescente ocupó la atención mundial. Su figura no solo ha puesto en evidencia a los negacionistas, también la profunda misoginia de la que hacen gala, pues no deja de ser la propia mentalidad patriarcal la que se pone en tela de juicio cuando criticamos la cultura de la depredación, la violencia y el egoísmo. Superar nuestro sistema económico, que se ha convertido en la principal amenaza para el medioambiente y la estabilidad de las comunidades humanas, implica también deconstruir y superar la raíz ideológica, y el sistema de creencias patriarcal, que lo ha legitimado y naturalizado todo este tiempo. El capitalismo es un monstruo alumbrado por el patriarcado y cada vez resulta más difícil negarlo.
La cumbre climática, la COP25, no ha estado a la altura de las demandas de la población ni de la comunidad científica, y el resultado ha sido decepcionante, pero, en contraposición, la ilusión de la Cumbre Social por el Clima -más allá de la COP25- celebrado en Madrid del 6 al 13 de diciembre de 2019, organizada paralelamente por diferentes colectivos sociales, ha sobrepasado las expectativas iniciales, y el feminismo, como era de esperar, ha estado mucho más representado en la segunda que en la primera. 2020 se presentaba como el año en el que el discurso ecofeminista irrumpiera con fuerza en todos los ámbitos. Las circunstancias de la actual pandemia provocada por el COVID 19 han frenado las acciones conjuntas (congresos, manifestaciones, etc..) pero también han provocado, al margen de las posturas involucionistas, una mayor filiación ideológica a sus principios.
El ecofeminismo se considera el epicentro de la cuarta ola del movimiento feminista para integrar una nueva perspectiva que la haga crecer y consolidarse como alternativa global a un sistema que se autodestruye. Movimientos como Humanismo Solidario integran e impulsan con sus contenidos estos principios dado que son corrientes coincidentes al afirmar que “Nada es el ser sin el aliento del resto de los seres. Humanismo solidario reivindica, frente a todo dogmatismo, segmentación, xenofobia o manifestación excluyente, el compromiso de la unidad sin exenciones porque sin el respeto a la otredad la personalidad queda inconclusa. La diversidad del ser desautoriza la creencia en valores absolutos que, por arbitrarios o imperiosos, derivan en excluyentes.” [14]. Probablemente, como afirma Alicia Puleo, “el ecofeminismo es la respuesta” por la puesta en valor de todos los seres que conforman nuestro plane
[1] MANIFIESTO HUMANISMO SOLIDARIO. http://www.humanismosolidario.com/index.php?id=1433. Consulta 03/06/2020
[2] Martín Casares, Aurelia. ANTROPOLOGÍA DE GÉNERO. Culturas, mitos y stereotipos sexuales. Edic. Cátedra, 2006
[3] https://eldiariofeminista.info/2019/03/09/francoise-deaubonne-mujer-que-acuno-el-termino-ecofeminismo/ (consulta 03/03/2020)
[4] ACTAS DE LA II JORNADAS ECOFEMINISMO de Ecologistas en acción. Chinchón. Madrid, 2019.
[5] Díaz Escobar, Consuelo; Marina Checa Olivas1 De la mano invisible del mercado a la mano visible de los cuidados,, reseña del libro de MARÇAL, Katrine. ¿Quien le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía. Penguin Ramdom House Editorial, Barcelona, 2016, 219 pp. ISBN. 978-84-9992-598-1. Ediciones complutense.
[6]https://www.elsaltodiario.com/saltamontes/mas-de-40-anos-de-ecofeminismo-?fbclid=IwAR1VS2uwgb5RR3Vu7f5HcyHUiILIewjm36aAqFIR-4ZKy-d-Sz7UoCboUdo
[7] Idem ant.
[8] Puleo, Alicia: “Ecofeminismo para otro mundo posible”. Edic. Cátedra, 2011
[9] Gebara, Ivone; Intuiciones ecofeministas: ensayo para repensar el conocimiento y la religión, Editorial Trotta.
[10] Murdock, Mauren. SER MUJER: UN VIAJE HEROICO. GAIA EDICIONES, Madrid, 1993.
[11] El segundo sexo, Beauvoir, S., trad. de Alicia Martorell. Cátedra. Madrid,1998.
[12] https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/677336/RI_34_6.pdf?sequence=1&isAllowed=y (consulta 02/06/2020)
[13]https://www.ecologistasenaccion.org/evento/chinchon-iii-jornadas-ecofeministas/ (consulta 04/06/2020)
[14] [14] MANIFIESTO HUMANISMO SOLIDARIO. Consulta 03/06/2020