Autor: F. MORALES LOMAS (Universidad de Málaga)
LOS VALORES HUMANISTAS DE PLATERO Y YO Y LA RELACIÓN CON LA
INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA
Ponencia presentada en las Jornadas de Juan Ramón Jiménez el día 12 de diciembre de 2014 con motivo de la entrega del I PREMIO INTERNACIONAL HUMANISMO SOLIDARIO a JOSÉ LUIS SAMPEDRO a título póstumo, bajo el título de «Los Valores Humanista de Platero y Yo y la Relación con la Institución Libre de Enseñanza».
En la mesa dedicada al poeta también intervinieron MANUEL GAHETE, ALICIA AZA, JOSÉ CABRERA MARTOS Y ANTONIO RAMÍREZ ALMANZA, DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN ZENOBIA-JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
El amor por la naturaleza, los valores humanistas y universales contenidos en Platero y yo
Platero y yo es un libro institucionista. Ya lo había advertido Francisco Giner de los Ríos y con él la visión de un nuevo humanismo, ese hombre en el que pretendía asentar sus bases ideológicas la conformación de un nuevo individuo social. La filosofía krausista, como ideología en la que se fundamente toda la Institución, potenciaba un nuevo modelo individual y colectivo, más racional, más ético y más humano junto al desarrollo de la conciencia en un racionalismo armónico consecuente que conformara un ser respetuoso, tolerante y equilibrado. Así surgen principios como la solidaridad humana en la pluralidad:
Esta basé ideológica está muy presente en la genial obra del autor moguerense que participa de una reivindicación social precisa y certera, directa y generosa cuando percibe como una densidad aciaga el pensamiento de la pobreza infantil, de los niños, víctimas propicias del desorden social y la jerarquización injusta. Así podemos leerlo en el texto[[], «Juegos del anochecer»:
Se sabe que los niños ejercieron en Juan Ramón Jiménez una extraordinaria dinámica afectiva acaso también porque Platero era como una especie de niño y así lo dice expresamente Juan Ramón: » Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso y le pesa un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago rabiar… Él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor» (Juan Ramón Jiménez, 2007: 108). Pero también, como hemos escrito en «La poesía infantil y juvenil de Juan Ramón Jiménez» (Morales Lomas, 2011: 522), las razones de este afecto compartido y solidario hacia la desgracia infantil de tan clara raigambre krausista también tienen que ver en lo más recóndito de su biografía:
Las condiciones educativas que había sufrido JRJ (en los jesuitas) hacen que se muestre especialmente cómplice del dolor de la infancia, el compromiso de Zenobia para con los niños desde su juventud coadyuvan y el encuentro con Tagore que había vivido se infancia en la escuela, con dolor también, se hace definitivo.
Una visión reivindicativa que se ha emparentado con Baudelaire en Le Spleen de París (1862) cuando el escritor francés denunciaba también la infancia maltratada. El dolor de los débiles y es infancia lesionada operan en Juan Ramón Jiménez un dolor profundo…